«Alzaré mis ojos a los montes; ¿de dónde vendrá mi socorro? Mi socorro viene de Jehová, que hizo los cielos y la tierra». — Salmos 121:1-2 (RVR60)
Cuando te enfrentas a una situación difícil, es natural que tu primer instinto sea buscar ayuda en cualquier dirección. Miras a tu alrededor, buscas una solución visible, un camino fácil, un atajo. Levantas tus ojos, como dice el salmista, esperando ver de dónde vendrá el socorro.
Este salmo nos recuerda que nuestra ayuda verdadera no viene de las circunstancias ni de algún poder humano, sino de un poder mucho mayor: Jehová, el Creador de los cielos y la tierra. Él es la fuente inagotable de nuestra fortaleza, la respuesta a nuestras oraciones y el refugio seguro en medio de la tormenta.
Él no solo sabe lo que necesitas, sino que tiene el poder para dártelo. No importa lo grande que parezca el problema, el que hizo todo lo que ves, puede sostenerte. Tu socorro viene de sus manos.
Oración: «Señor, hoy levanto mis ojos a ti. Reconozco que mi socorro viene de ti, que hiciste los cielos y la tierra. Ayúdame a confiar en tu poder y a no dudar de que tú eres mi ayuda en cada momento. Amén».