Permanece

«La hierba se seca y la flor se marchita, pero la palabra de nuestro Dios permanece para siempre». — Isaías 40:8 (NVI)

Este versículo nos ofrece un contraste poderoso. Mientras todo a nuestro alrededor es temporal y perecedero, la palabra de Dios es eterna. A menudo, nos enfocamos en cosas que son frágiles y pasajeras: la belleza física, las posesiones, incluso la salud. Todas estas cosas tienen su tiempo y, con el tiempo, se desvanecen.

Sin embargo, la palabra de Dios es una roca inmutable. No cambia con las tendencias, no se debilita con los años y no pierde su poder. Es una fuente constante de verdad, esperanza y fortaleza en un mundo que a menudo se siente inestable. Leerla y meditar en ella es anclarnos a algo que nunca nos fallará. Es un recordatorio de que, sin importar lo que ocurra, su promesa y su amor son para siempre.

Oración: «Padre, ayúdame a recordar que tu palabra es mi fundamento inquebrantable. Que pueda confiar en tus promesas eternas y no en las cosas pasajeras de este mundo. Amén».

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