«Desde la salida del sol hasta su ocaso, sea alabado el nombre del Señor». — Salmos 113:3 (NVI)
La vida está llena de momentos, desde los más luminosos hasta los más desafiantes. Este versículo nos llama a una alabanza constante, que no depende de las circunstancias. No se trata de un sentimiento que aparece solo cuando todo va bien, sino de una decisión de honrar a Dios en cada etapa del día.
Alabar al Señor desde el amanecer hasta el anochecer es reconocer su soberanía y bondad sin importar lo que ocurra. Es un recordatorio de que su presencia nos acompaña en cada paso, y que Él es digno de toda nuestra gratitud, en todo momento.
Oremos: «Señor, ayúdame a alabarte en cada instante de mi vida. Que mi corazón permanezca lleno de gratitud a Tu nombre, desde el amanecer hasta que caiga la noche. Amén».