«Pero Daniel se propuso en su corazón no contaminarse con los manjares del rey ni con el vino que él bebía, y pidió al jefe de oficiales que le permitiera no contaminarse». — Daniel 1:8 (NBLA)
Imagina a Daniel. Fue llevado como cautivo a Babilonia. Era joven, lejos de su hogar, y estaba rodeado de costumbres muy distintas a su fe. Se le ofrecía la comida y el vino del rey. Esto no solo era un manjar, también implicaba un compromiso con la idolatría y ciertos alimentos prohibidos en la ley de Dios para Israel.
Pero Daniel tomó una decisión firme. Se propuso en su corazón no contaminarse. Su fe era inquebrantable, y su petición al jefe de oficiales lo demostró.
Hoy, también enfrentamos presiones. El mundo nos ofrece atajos y nos tienta a comprometer nuestros principios. Pero la historia de Daniel nos desafía: ¿Estamos dispuestos a mantenernos firmes? Podemos confiar en Dios, Él nos dará la fuerza para honrarlo en cada decisión.