«Alaba, alma mía, al Señor; alabe todo mi ser su santo nombre. Alaba, alma mía, al Señor y no olvides ninguno de sus beneficios». — Salmos 103:1-2 (NVI)
Este salmo nos invita a un acto deliberado de alabanza y gratitud. El salmista no espera sentir ganas de alabar; se ordena a sí mismo y a su ser interior a bendecir a Dios. Es un recordatorio vital de que, incluso en los momentos difíciles, siempre hay razones para reconocer la bondad divina.
El versículo nos exhorta a no olvidar sus beneficios. Detente y piensa en las bendiciones de tu vida: la salud, el sustento, las relaciones, la salvación, la paz. Cultivar una memoria activa de la fidelidad de Dios transforma nuestra perspectiva y nos llena de gratitud, elevando nuestra alma por encima de las circunstancias.