Que Él crezca

«Es necesario que Él crezca, y que yo disminuya». — Juan 3:30 (NBLA)

Estas palabras, pronunciadas por Juan el Bautista, encapsulan una verdad profunda y a menudo desafiante para nuestro ego. Juan había sido una figura prominente, preparando el camino para Jesús. Sin embargo, al ver a Jesús comenzar su ministerio, Juan no se aferró a su propia fama o influencia. En un acto de humildad radical, reconoció que su propósito era señalar a Cristo, no a sí mismo. Él comprendió que para que el plan de Dios se manifestara plenamente, la atención debía centrarse en Jesús, no en él.

Este versículo nos invita a una introspección sincera: ¿En qué áreas de nuestra vida necesitamos que Él crezca y que nosotros disminuyamos? Puede ser nuestro orgullo, nuestra necesidad de control, nuestras ambiciones personales que eclipsan la voluntad de Dios, o incluso nuestro deseo de reconocimiento.

Cuando nos hacemos a un lado y permitimos que Cristo sea el centro, no solo en nuestras palabras sino en nuestras acciones y actitudes, su luz brilla más intensamente a través de nosotros. Al disminuir nuestra propia importancia, hacemos espacio para que la gracia, el poder y el propósito de Dios se manifiesten de una manera más plena en nuestra vida y en el mundo que nos rodea.

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