«Sopórtense unos a otros, y perdónense si alguno tiene una queja contra otro. Así como el Señor los perdonó, perdonen también ustedes». — Colosenses 3:13 (DHH)
La vida en comunidad, ya sea en casa, en el trabajo o en la iglesia, inevitablemente traerá fricciones. Es parte de nuestra naturaleza imperfecta chocar unos con otros, y es normal que surjan quejas. Pero este versículo de Colosenses nos da una guía clara: la clave para mantener la armonía es soportarnos mutuamente, aceptando las diferencias y fallas del otro con paciencia, y estar siempre dispuestos a perdonar.
El perdón no es una opción, es un mandato modelado por el amor más grande. Se nos pide perdonar no porque la otra persona lo merezca, sino porque nosotros mismos hemos sido perdonados inmensamente por el Señor. Pensar en la magnitud del perdón que hemos recibido de Dios nos da la perspectiva y la fuerza para extender esa misma gracia a quienes nos han ofendido. Al final, el perdón nos libera a nosotros tanto como libera al otro.