Poco para caer

«En cuanto a mí, casi se deslizaron mis pies; poco faltó para que mis pasos resbalaran. Y es que tuve envidia de los arrogantes, al ver cómo prosperaban esos malvados». — Salmos 73:2-3 (RVC)

A veces nos encontramos en una situación en la que nos falta poco para caer. El salmista lo describe con una honestidad sorprendente: sus pies casi se resbalan. ¿Qué lo hizo tambalear? La envidia. Observó la aparente prosperidad de los malvados y se preguntó si seguir un camino recto valía la pena.

Es un sentimiento muy humano. Ver que otros, que no siguen los principios de Dios, tienen éxito, puede ser tentador. Nos hace dudar de nuestra fe y de nuestras decisiones. Pero este pasaje nos recuerda que esa perspectiva es peligrosa. Es un espejismo que nos puede llevar a la caída.

La clave no es enfocarse en lo que otros tienen, sino en la fidelidad de Dios. Él es nuestra roca. Aunque el mundo nos presente un camino aparentemente más fácil, la verdadera estabilidad se encuentra en Él, tal como el salmista más tarde comprendió (Sal. 73:25-26).

Oración: «Señor, reconozco que a veces mi corazón se desvía y me tienta la envidia. Ayúdame a mantener mis ojos fijos en ti, sabiendo que mi verdadera seguridad y prosperidad están en tu presencia. Amén».

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