«Cada uno de nosotros debe agradar a su prójimo en lo que es bueno, con el fin de edificarlo». — Romanos 15:2 (RVC)
Este versículo nos da un mandato claro, que va más allá de simplemente ser amables o caer bien. Implica una intención deliberada de buscar el beneficio de los demás, con el objetivo de construir, de fortalecer su fe y su caminar con Dios. No se trata de complacer a las personas por nuestra propia popularidad, sino de ser un instrumento de edificación.
En un mundo donde a menudo prevalece el «yo», este versículo nos llama a un desinterés radical. Agradar a nuestro prójimo para su bien significa poner sus necesidades, su crecimiento y su ánimo por encima de nuestras propias preferencias o conveniencias. Significa escuchar, apoyar, ofrecer una palabra de aliento o una corrección amorosa cuando sea necesaria, siempre con el propósito de construir.
¿Cómo podemos aplicar esto hoy? Piensa en alguien con quien interactúas regularmente: un familiar, un amigo, un compañero de trabajo o de la iglesia. ¿De qué manera concreta puedes buscar su bien con el fin de edificarlo? Que nuestras acciones y palabras no solo busquen agradar, sino que realmente construyan y fortalezcan a quienes nos rodean.