Palabras que valen

«Es mejor no hacer promesas que hacerlas y no cumplirlas». — Eclesiastés 5:5 (NVI)

Este versículo nos golpea con una verdad sencilla pero profunda. En un mundo donde a menudo las palabras se lanzan sin pensar, este pasaje nos llama a la reflexión. Nos invita a ser intencionales, a considerar el costo de nuestras afirmaciones y a honrar el compromiso que implican.

La integridad se construye sobre la base de la coherencia entre lo que decimos y lo que hacemos. Cuando prometemos algo, estamos ofreciendo una parte de nuestra confianza a otra persona, o incluso a Dios (que es precisamente el contexto de este pasaje). Romper esa promesa no solo daña la relación, sino que también erosiona nuestro propio carácter.

Esta advertencia bíblica no es para vivir con miedo a prometer, sino una invitación a la sabiduría: a ser cautelosos con nuestras palabras y diligentes en cumplir con ellas, demostrando así el valor que le damos a nuestra propia palabra y a los demás.

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