«Entonces dijo: —Les aseguro que a menos que ustedes cambien y se vuelvan como niños, no entrarán en el reino de los cielos». —Mateo 18:3 (NVI)
Jesús nos llama a tener un corazón como el de un niño. Esto no significa ser inmaduros, sino adoptar la confianza simple, la humildad y la dependencia total que un niño tiene hacia sus padres. A menudo, como adultos, nos llenamos de orgullo y autosuficiencia, olvidando que necesitamos a Dios para todo.
La invitación es a despojarnos de esas complejidades y a acercarnos a nuestro Padre celestial con una fe pura. Se trata de confiar plenamente en Él, recibir su amor sin pretensiones y admitir que no lo sabemos todo. Es dejar de lado nuestras agendas y depender de Él para cada paso.
Volvernos como niños es la clave para una relación más profunda y auténtica con Dios. Es el camino para vivir verdaderamente en su reino, aceptando su gracia con un corazón abierto y humilde.