Del llanto a la alegría

«Porque un momento será su ira, pero su favor dura toda la vida. Por la noche durará el lloro, y a la mañana vendrá la alegría». — Salmos 30:5 (RVR60)

La vida trae momentos difíciles, noches de llanto donde el dolor parece no terminar. Pero este versículo nos recuerda algo clave sobre Dios: su enojo, si lo hay, es pasajero. Es un instante comparado con su buena voluntad, que dura toda una vida y más allá.

Esta promesa es un ancla para nuestra alma. Nos asegura que, incluso en la oscuridad más profunda, la luz de su amor está por amanecer. Cuando enfrentamos la adversidad, es fácil sentirnos solos. Pero el salmista nos invita a recordar que las pruebas son temporales. La aflicción puede durar una noche, pero la alegría que viene de Dios nos espera con el nuevo día. Esta no es una alegría superficial, sino un gozo profundo que transforma el lamento en alabanza.

Así que, en medio de cualquier tristeza, aferrémonos a esta promesa. Confiemos en que, aunque la noche sea larga, el amanecer de la alegría de Dios llegará. Él siempre está con nosotros, y su buena voluntad nos sostiene y nos impulsa hacia una vida llena de su gracia y paz.

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