«Deseen como niños recién nacidos, la leche pura de la palabra, para que por ella crezcan para salvación». — 1 Pedro 2:2 (NBLA)
El apóstol Pedro llama a sus lectores, bajo el sufrimiento de la persecución, a una profunda sed por la Palabra de Dios, una que no sea superficial, sino una necesidad vital para sus almas, como un bebé que llora por leche. Y nosotros, en un mundo lleno de distracciones, presiones y ruidos, ¿qué tan activamente buscamos nutrirnos de aquello que realmente nos sustenta y nos hace crecer espiritualmente?
La Palabra de Dios no es solo información; es alimento. Al igual que la leche es un alimento completo e irreemplazable para un bebé, la Palabra de Dios es esencial y suficiente para todo creyente, sin importar cuánto tiempo lleve en la fe. Es lo que nos permite «crecer para salvación», fortaleciendo nuestra fe y transformándonos a la imagen de Cristo.
Si anhelamos la Palabra como un bebé anhela la leche, encontraremos en ella la guía, el consuelo y la fuerza que necesitamos para cada paso de nuestro caminar cristiano. Que este deseo no sea solo un buen pensamiento, sino una práctica constante en nuestras vidas.