«Por tanto, sabiduría y conocimiento te daré. Pero además voy a darte riquezas, bienes y esplendor, como nunca los tuvieron los reyes que te precedieron ni los tendrán los que habrán de sucederte». — 2 Crónicas 1:11-12 (NVI)
Aquí vemos una lección importante sobre nuestras prioridades. Salomón, teniendo la oportunidad de pedir cualquier cosa a Dios, no eligió riquezas, poder o una larga vida. En cambio, pidió sabiduría y conocimiento para gobernar bien al pueblo de Dios (2 Crón. 1:7-12). Su petición reveló un corazón que valoraba lo que es verdaderamente importante para el Reino.
Pero la respuesta de Dios a Salomón es aun más asombrosa: no solo le concedió lo que pidió, sino que también añadió lo que no pidió: riquezas, bienes y esplendor. Esto nos recuerda que cuando buscamos primeramente agradar a Dios y cumplir sus propósitos, Él es fiel en suplir nuestras necesidades y mucho más, de maneras que ni siquiera imaginamos (cf. Mt. 6:33).
Este pasaje nos invita a reflexionar: ¿Qué estamos pidiendo a Dios? Nuestras peticiones, ¿reflejan un deseo de servirle y crecer en Él, o están centradas solo en nuestros propios deseos egoístas? Busquemos lo que nos ayude a hacer la voluntad de Dios por encima de todo, y confiemos en que Él se encargará del resto.