«En mi corazón atesoro tus dichos para no pecar contra ti». — Salmos 119:11 (NVI)
Esta es una poderosa declaración sobre la importancia de la Palabra de Dios en nuestras vidas. «Atesorar» va más allá de un simple recuerdo; implica guardar algo con gran valor, protegerlo y revisitarlo constantemente. Cuando guardamos los dichos de Dios en nuestro corazón, los hacemos parte de nuestro ser más íntimo, permitiendo que moldeen nuestros pensamientos, deseos y decisiones.
Este acto intencional no solo nos fortalece espiritualmente, sino que actúa como una barrera contra el pecado, guiándonos hacia la voluntad divina. El propósito de atesorar la Palabra es claro: «para no pecar contra ti». La memorización y meditación en las Escrituras nos equipan para discernir el bien del mal, resistir las tentaciones y vivir una vida que honre a Dios.
Es una práctica diaria de alimentar nuestra alma con la verdad, asegurando que, en el momento de la prueba, la sabiduría de Dios esté presente para dirigir nuestros pasos. Así, la Palabra no es solo conocimiento, sino una fuerza viva que nos guarda y transforma.