Aunque salga perjudicado

«… El que cumple sus promesas aunque salga perjudicado». — Salmos 15:4 (RVC)

La integridad es una virtud que a menudo se pone a prueba en nuestra vida diaria. El Salmo 15 destaca una cualidad fundamental de la persona que vive en la presencia de Dios: «cumple sus promesas aunque salga perjudicado». En un mundo donde los acuerdos a menudo se rompen por conveniencia, este versículo nos llama a un estándar más alto. Se trata de una fidelidad inquebrantable, no solo cuando las cosas van bien, sino especialmente cuando mantener nuestra palabra nos cuesta algo, ya sea dinero, tiempo o reputación.

El salmista nos invita a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra palabra. ¿Es nuestra palabra confiable? La persona que agrada a Dios es aquella cuya integridad no depende de las circunstancias. Cumplir una promesa, a pesar de las dificultades, demuestra un carácter que confía en Dios más que en los beneficios temporales. Es una demostración de que nuestra obediencia a Dios es más valiosa que cualquier ganancia personal.

Esta fidelidad no es solo una cuestión de ética, sino de testimonio. Cuando honramos nuestras promesas incluso cuando implica una pérdida personal, reflejamos el carácter inmutable de Dios, quien siempre cumple su pacto. Mostramos al mundo que hay una forma de vivir basada en principios divinos y no en la fluctuación de las circunstancias. De esta manera, nuestra integridad se convierte en una adoración, un acto de fe que valora la aprobación de Dios por encima de cualquier otra cosa.

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