«Quien ama el dinero, de dinero no se sacia. Quien ama las riquezas nunca tiene suficiente. ¡También esto es vanidad!». — Eclesiastés 5:10 (NVI)
Es fácil caer en la trampa de creer que el próximo sueldo o la siguiente compra nos dará paz. Pero Salomón nos lo dice claramente: no funciona así; el amor por el dinero es una búsqueda vacía y un pozo sin fondo. Es una sed que nunca se sacia, y al final, toda esa búsqueda es pura vanidad.
La verdadera satisfacción no está en lo que acumulamos, sino en la paz que encontramos en Dios. Buscar a Dios, en lugar de las riquezas, nos permite disfrutar de las bendiciones más sencillas de la vida y encontrar en ellas una alegría genuina y duradera. Solo en Él hallamos el contentamiento que el dinero nunca podrá darnos.