«Si te ha perjudicado o te debe algo, cárgalo a mi cuenta». — Filemón 1:18 (NVI)
Pablo le pidió a Filemón que perdonara a Onésimo, un esclavo que le había causado daño, y se ofreció a cubrir la deuda él mismo. Esta acción refleja el corazón del evangelio. De la misma manera que Cristo tomó nuestra deuda de pecado sobre sí mismo, nosotros somos llamados a extender gracia y perdón a otros.
El evangelio no es solo una creencia que profesar, es una fuerza activa para la reconciliación. Nos desafía a sanar relaciones rotas, a perdonar a quienes nos han ofendido y a buscar la restauración, incluso cuando es difícil. Así como Pablo se interpuso por Onésimo, el evangelio nos capacita para interceder por otros y sanar heridas a través del perdón.