«Cuando se hayan multiplicado tus vacas y tus ovejas, y hayan aumentado tu plata y tu oro y sean abundantes tus riquezas, no te vuelvas orgulloso ni olvides al Señor tu Dios, quien te sacó de Egipto, el país donde eras esclavo». — Deuteronomio 8:13-14 (NVI)
Moisés advirtió a Israel sobre el peligro de la prosperidad. Después de años en el desierto, Dios los bendeciría con abundancia en la tierra prometida. Pero, en lugar de agradecer, el pueblo podría volverse orgulloso y olvidar de dónde venía. La historia de Israel muestra cómo a menudo cayeron en este mismo error. Se olvidaron de que su éxito no era por su propia fuerza, sino por la fidelidad de Dios.
Este recordatorio es también para nosotros. Cuando la vida nos va bien, es fácil atribuir el éxito a nuestro propio esfuerzo, habilidad o mérito. Nos gusta disfrutar, mientras al mismo tiempo olvidamos que cada bendición proviene de la mano de Dios (Stg. 1:17; 1 Tim. 6:17). Por eso, en los momentos de prosperidad, debemos recordar la fuente de todo bien y mantener un corazón humilde y agradecido.
- ¿En qué área de tu vida te sientes más propenso a volverte orgulloso cuando las cosas van bien?
- ¿Qué puedes hacer para recordarte a ti mismo que toda bendición viene de Dios?