Pertenencia

«Sean ustedes santos porque yo, el Señor, soy santo y los he distinguido entre las demás naciones, para que sean míos». — Levítico 20:26 (NVI)

Este llamado de Dios a Israel no era un mandato para que se esforzaran en ser perfectos por su cuenta, sino para reflejar su propio carácter. Él los apartó y los hizo suyos para que vivieran de una manera que reflejara su naturaleza.

Esta misma idea resuena en el Nuevo Testamento, cuando el apóstol Pedro exhorta a los cristianos: «Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó» (1 Pe. 1:15). La santidad, entonces, es una respuesta de gratitud. Vivimos apartados del pecado no para ganarnos su favor, sino porque ya hemos sido apartados por Dios, quien nos ha llamado a una vida de cercanía y pertenencia a Él.

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