Poder destructivo

«Pero nadie puede domar la lengua. Es un mal irrefrenable, lleno de veneno mortal». — Santiago 3:8 (NVI)

Esta advertencia puede sonar desalentadora, como si fuera una batalla perdida. Pero, en realidad, no es un llamado a la rendición, ¡sino a la acción! Santiago nos recuerda el inmenso poder destructivo que llevamos en nuestra boca, no para que nos sintamos sin esperanza, sino para que tomemos conciencia y seamos intencionales.

Así como un bombero se prepara para un incendio sabiendo lo peligroso que es el fuego, nosotros debemos ser precavidos con nuestras palabras. Esto implica pensar antes de hablar, orar por sabiduría y pedirle a Dios que nos ayude a usar nuestra lengua para edificar, no para destruir. No podemos domarla por nosotros mismos, pero con su ayuda, podemos usarla para bien (cf. Ef. 4:29; 5:4; Col. 4:6).

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