Visita, no huésped

«Airaos, pero no pequéis; no se ponga el sol sobre vuestro enojo». — Efesios 4:26 (RVR60)

Es natural sentir enojo a veces. La ira es una emoción humana, a menudo desencadenada por situaciones como la injusticia, la traición, los malentendidos o la frustración. Este versículo no prohíbe el enojo, sino que nos advierte de su peligro. Nos dice: «Pueden enojarse, pero no permitan que su enojo los haga pecar».

El problema no es la emoción en sí, sino lo que hacemos con ella. Si dejamos que el enojo se apodere de nosotros, puede llevarnos a decir o hacer cosas que ofenden a Dios y a los demás y de las que luego nos arrepentimos. La segunda parte del versículo nos da una guía práctica: «no se ponga el sol sobre vuestro enojo». Esto nos insta a resolver los conflictos rápidamente, a no dejar que la amargura se asiente en nuestro corazón.

Perdonar y soltar el enojo no es fácil, pero es una decisión que nos libera. Hacerlo, nos permite disfrutar la paz y la armonía que vienen de Dios.

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