«Abraham contestó: —Yo pensé que en este lugar no había temor de Dios y que por causa de mi esposa me matarían». — Génesis 20:11 (NVI)
Abraham, el gran patriarca, cayó de nuevo en un error por miedo y prejuicio. Pensó: «Aquí no temen a Dios, esta gente es capaz de matarme para robarme a mi esposa». Y así actuó basándose en suposiciones negativas sobre los demás y en un temor irracional, en lugar de confiar en la promesa y protección de Dios.
Esta necedad lo llevó a mentir y a poner en peligro su propio matrimonio y la vida de su esposa, Sara, ante el rey Abimélec. Incluso el rey y su pueblo habrían acabado mal de no haber sido por la intervención divina (vv. 3-7). Este incidente nos recuerda que el miedo no es un buen consejero. Cuando permitimos que los prejuicios y el temor dominen nuestros pensamientos, actuamos de forma tonta, poniendo en riesgo nuestras bendiciones y a quienes amamos.
No debemos asumir lo peor de los demás ni de las circunstancias, sino confiar en que Dios está con nosotros y que su poder es mayor que cualquier amenaza percibida.
Oración: «Señor, reconozco que a menudo me dejo llevar por el miedo y hago suposiciones equivocadas sobre los demás y mi futuro. Perdóname por las veces que mi falta de fe me ha llevado a actuar tontamente. Ayúdame a desechar todo prejuicio y a actuar siempre con sabiduría y verdad, sabiendo que Tú estás conmigo».