«Rásguense el corazón y no las vestiduras. Vuélvanse al Señor su Dios, porque él es misericordioso y compasivo, lento para la ira y lleno de amor, cambia de parecer y no castiga». — Joel 2:13 (NVI)
Es fácil caer en la trampa de un arrepentimiento superficial, engañándonos a nosotros mismos con gestos vacíos. Los israelitas en los días del profeta Joel se centraron en rasgar sus ropas, un acto visible, pero no en rasgar sus corazones, que es una rendición interna. Este tipo de arrepentimiento falso nos deja atrapados en el mismo ciclo, sin la verdadera libertad y transformación que solo el perdón de Dios puede dar.
La verdadera prueba de un corazón arrepentido no se encuentra en los actos externos, por más dramáticos que sean o religiosos aparenten, sino en la dirección que toma nuestra vida en lo íntimo. No se trata de un espectáculo, sino de un cambio genuino que produce frutos nuevos. Dios busca una transformación profunda, un corazón verdaderamente rendido.
Oración: «Padre, te pido que me ayudes a examinar mi corazón y a sincerarme contigo. No quiero pretender ser alguien que no soy, sino que quiero volver a Ti con humildad y honestidad. Gracias por tu misericordia y por tu amor que me reciben tal como soy. Amén».