«Por tanto, imiten a Dios como hijos muy amados». — Efesios 5:1 (NVI)
Todos imitamos a alguien, aunque no siempre seamos conscientes. Puede ser una figura pública, alguien cercano o la cultura que nos rodea. La Biblia nos invita a imitar a Dios, no a cualquier modelo.
Imitar a Dios suena difícil, pero no imposible. Se trata de buscar reflejar su carácter: amor, justicia, paciencia, verdad. No es perfección, sino dirección. Y la motivación es clave: somos hijos muy amados.
Cuando recuerdas que ya eres amado por Dios, no necesitas ganarte su aprobación. Puedes vivir desde ese amor, no para conseguirlo. Eso cambia todo.
Hoy, pregúntate: ¿Estoy imitando a Dios o simplemente reaccionando como todos? Que tu vida sea un reflejo, no de este mundo, sino del Dios que te ama.